La forma en que los directivos de la empresa interactúan con los equipos de trabajo es clave para el resultado del negocio.
El liderazgo entendido como orientación, motivación y delegación efectiva, cuando se ejercita mediante el empoderamiento de los colaboradores para que puedan tomas decisiones con autonomía, refuerza el compromiso y permite que las personas aporten lo mejor de sí mismos.
Para ello es fundamental detectar cual es el talento de cada uno y potenciarlo, asumir que el poder se logra compartiendo la información y no reteniéndola y generando circuitos de retroalimentación en tiempo real.
Otro aspecto fundamental es el ejemplo, un liderazgo que impulse las innovaciones y la mejora continua, debe partir del ejemplo de quienes tienen la responsabilidad de conducir, porque ellos son el espejo en donde los colaboradores deben verse reflejados.
El crecimiento del negocio debe ir de la mano de la evolución del liderazgo, algo que lleva su tiempo de aprendizaje y maduración.
Para ejercitar un liderazgo que promueva la proactividad, la asunción de riesgos calculados y el compromiso con la satisfacción del cliente, la dirección debe crear procesos y sistemas para compartir la información, brindar acceso libre de abajo hacia arriba en la estructura y propiciar el diálogo directo más allá de las cuestiones formales de jerarquía.
El desafío para los dirigentes es aún mayor si consideramos que las personas buscan ser escuchadas y sentirse “parte del proyecto”, aunque a veces las estructuras formales condicionen a la rutina y la pasividad.
Las condiciones planteadas en la “nueva normalidad” y la disponibilidad de tecnologías de que eliminan las distancias y nos permiten “democratizar” la información, son una excelente oportunidad para revisar nuestra forma de ejercer el liderazgo.
23-02-2021